El Real Sitio de San Lorenzo del Escorial. Bajo la sombra del Templo de Salomón

Por Roberto Morales Estévez (IULCE-UAM)

Es doloroso constatar el poco caso que el público en general presta a un edificio tan magnífico como el Monasterio del Escorial si atendemos al número de visitas que recibe a diferencia de otros como la Alhambra de Granada. En 2014 El Escorial recibió 466.909 visitas que contrastan con las casi dos millones y medio de visitas que recibió el palacio nazarí.

No es cuestión de comparar, pues cada uno en su estilo son edificios únicos, pero la abismal diferencia de visitas no deja lugar a dudas de que la puesta en valor del monasterio es algo urgente y necesario como motor económico y turístico de la Comunidad de Madrid.

Las razones de esta indiferencia por tan singular edificio, patria y foránea, puede ya constatarse en algunos escritores extranjeros, que sin entender en absoluto el edificio, lo vilipendiaban sin criterio alguno. En 1830 el escritor y viajero Richard Ford decía que el edificio era “Frío como los ojos grises y el corazón de granito de su fundador, este monumento al terror y la superstición contrasta entre las flores y el sol resplandeciente de este valle feliz”.

Unamuno, mente privilegiada y casi siempre perspicaz, daba en el clavo en sus Andanzas y visiones españolas al afirmar que:

«Casi todos los que a ver El Escorial se llegan, van con anteojeras, con prejuicios políticos y religiosos, ya en un sentido, ya en el contrario; van, más que como peregrinos del arte, como progresistas o como tradicionalistas, como católicos o como librepensadores. Van a buscar la sombra de Felipe II, mal conocido también y peor comprendido, y si no la encuentran se la fingen».

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Vista del Monasterio de El Escorial, por Michel-Ange Houasse (1723).

Esta maravilla arquitectónica ha sido arrancada de su contexto histórico y artístico para que los autores que interpretan el edifico den rienda suelta a su imaginación y prejuicios. Utilizado políticamente en un sentido u otro. Símbolo de la superstición, el fanatismo, el absolutismo y la Inquisición. Monumento de la Contrarreforma o, como luego veremos, símbolo del ocultismo y lo esotérico.

Se tiene a Felipe II como un rey supersticioso que murió entre reliquias y supercherías ¡Como si el resto de monarcas católicos europeos no coleccionaran reliquias como el Rey prudente! El absolutismo de Felipe II tampoco se diferencia del que, ahora sí, reyes católicos y protestantes aplicaban a sus reinos. La democracia ni se concebía.

¿Sólo Felipe II acudía a la Alquimia o la Astrología? Evidentemente no. Valga el ejemplo del astrólogo, científico, alquimista, adivinador y ocultista John Dee en la corte de Isabel I de Inglaterra. Tengamos en cuenta que muchas de estas artes eran consideradas “ciencias” en su época. No podemos aplicar principios ilustrados al siglo XVI español o de cualquier otro reino europeo.

Pero, posiblemente, lo que más le molesta a este humilde escribano y lo que más empañe el verdadero sentido del edificio que nos ocupa es su forzada interpretación ocultista o esotérica que arrastra casi desde su construcción. No hay programa de “misterios”, novela supuestamente histórica o editorial dedicada a estos temas que no vuelva una y otra vez sobre los ya manidos misterios de El Escorial.

Felipe II caracterizado como Salomón (Lucas de Heere, 1559), Catedral de San Bavón en Gante.

Se redunda en presentar el monasterio como nuevo Templo de Salomón. Afirmación sorprendente cuando, un monarca al que se ha calificado como “el rey de los papeles”, no dejara ni rastro en ellos de tal empeño. Especial influencia ejerció en los especialistas la obra de René Taylor “Arquitectura y Magia”, que tuvo su continuación en investigadores como Cornelia von der Osten Sacken. Libros tan fascinantes como imaginativos.

La comparación de El Escorial con el Templo de Salomón es posterior a su construcción y se basa en su mayor parte en la erudita y, de nuevo, imaginativa obra del jesuita de Villalpando, publicada entre fines del XVI y principios del XVII. Su obra es pura especulación basada en las visiones del templo del profeta Ezequiel, y ya en el momento de su publicación, muchos calificaban la obra del jesuita como quimérica y fantasiosa.

Salomón era presentado en toda Europa como prototipo de rey sabio y modelo de fe religiosa y las distintas cortes europeas instrumentalizaron su figura. Las comparaciones de Felipe con Salomón se realizaron en el ámbito europeo, en los Países Bajos más exactamente y antes de que Carlos V abdicara en su hijo.

Dicha comparación en España, simplemente, no existió. Entre otras muchas razones porque a su católica majestad, muy posiblemente, no le hubiera gustado verse comparado con el supuesto autor de uno de los más importantes grimorios de la época como lo era “La Clavícula de Salomón”.

Dejemos definitivamente estas visiones y pongamos en valor el Real Sitio de El Escorial y empecemos a verlo como lo que es realmente. Residencia palaciega, monasterio rodeado de bosques, cotos de caza y jardines. Por eso es realmente pertinente el trabajo del grupo La Herencia de los Reales Sitios financiado por la Comunidad de Madrid.